jueves, 30 de agosto de 2007

EL TEMA DE LA IDENTIDAD EN EL TEATRO LATINOAMERICANO

Uno de los puntos cardinales que atraviesa el tema de la búsqueda de lo latinoamericano es el de la identidad, es decir, la búsqueda de aquello que manifiesta lo que se es. Esta preocupación cubre variados campos.
Identidad es una palabra que proviene del latín "idem" que significa lo mismo, y se refiere a aquello que no cambia. Sin embargo, para poder determinar el alcance del término es necesario que lo mismo se contraste con lo otro, operación insoslayable si se quiere acertar con lo que se busca. De este modo, la especificidad latinoamericana tiene que verse a la luz de lo que los demás pueblos han aportado a la construcción de un perfil definido en cuanto continente con una historia y una proyección comunes. Pensamos que esa búsqueda debe remontarse inclusive a las fuentes mismas que dieron origen a la cultura y civilización occidentales como lo fueron los pueblos de la antigüedad clásica. Su presencia no sólo se describe como el modelo que la humanidad debía seguir, sino también como el logos que hizo posible que el mundo posterior utilizara el pensamiento y el camino greco-romano para emprender la tarea de encontrar su particular realización histórica.
Si miramos hacia el pasado latinoamericano, hacia el siglo XIX, período dentro del cual se gestaron los principales movimientos independentistas, las primeras preocupaciones que manifestaron nuestros repúblicos fueron las de crear una literatura que mostrara su vocación libertaria, recurriendo a aquellas experiencias del pasado que pudieran iluminar el destino de estos pueblos emergentes. En particular, el teatro asumió desde muy temprano la misión de representar el trozo de realidad correspondiente, inspirándose en los modelos artísticos heredados, primero, de los griegos y latinos y, segundo, de los pueblos culturalmente más desarrollados de Europa. El punto de inflexión de todos los pueblos Latinoamericanos fue el de establecer un discurso latinoamericanista que terminara por singularizar sus estructuras de poder y de saber, en una primera instancia, como expediente ideológico para justificarse frente al discurso cultural eurocentrista y, después, para hacer frente al poder globalizante de los bloques económicos transnacionales.
El teatro, desde sus comienzos hasta la época actual ha encauzado su misión artística hacia la búsqueda de una temática que represente las características generales de la identidad latinoamericana. Sin embargo, ha sido una tarea que no siempre se ha caracterizado por su coherencia con los principios que orientan este proceso de búsqueda, es decir, no siempre la mira ha estado puesta en aquello que nos une como realidad cultural occidental, sino en aquello que nos distingue de los demás. Y si a esto añadimos el hecho de que esta tendencia al particularismo se practica también con los cohabitantes de la región, es fácil desprender que el camino seguido hasta ahora no ha sido el indicado. Me parece que revisando las estrategias ideológicas desarrolladas hasta ahora el teatro logrará centrar el tema en lo que realmente importa en términos de representar la singularidad latinoamericana. A mi entender, lo que corresponde hacer como primer ejercicio de autoconocimiento es examinar el tronco común que hermana el origen, la evolución, la mentalidad y el sentido de futuro de nuestras repúblicas en el contexto de los contenidos generales de la cultura occidental para terminar con las especificidades de la región que marcan la diferencia.

América Latina, como en su momento lo fueron todos los pueblos de occidente, es fruto de la acción continua de modelos culturales que se han ido interpenetrando a través de la historia, dejando en cada caso la impronta de su legado la cual no sólo ha sido asumida por la sociedad receptora, sino que ha sabido poner su propia marca por medio de respuestas creadoras.
Esta dinámica que muestran los pueblos en su devenir, y que se manifiesta hasta hoy, conforma lo que algunos tratadistas han llamado el factor de continuidad de la cultura occidental, factor que, a mi entender, es fundamental para el caso de Latinoamérica, pues obliga a revisar determinadas visiones compartamentalizadas que agudizan la imagen de un continente invertebrado.
En nuestra región la creación dramática y teatral la que ha manifestado desde sus inicios un arraigado espíritu de originalidad gracias al "pensar mítico" latinoamericano que ha marcado nítidamente la peculiaridad de los discursos teatrales, forjando sus propias utopías y construyendo sus propios programas artísticos.
Finalmente, la educación constituye el factor primordial para transmitir la herencia cultural que permitirá que la sociedad alcance los niveles superiores de desarrollo espiritual que se ha trazado y ayude a mantener la continuidad de la civilización. Corresponde a una práctica colectiva que, por lo mismo, es capaz de generar visiones de mundo comunes, ideas, creencias, valores y saberes comunes, contenidos que influirán en los miembros para preservar igualmente recuedos comunes y un pasado común.
Acceder a la realidad latinoamericana como objeto de conocimiento y de recreación artística significa reconocer dos etapas complementarias. La primera se liga con los antecedentes humanísticos de la cultura occidental y, la segunda, con la especificidad de Latinoamérica que es hija de la transculturización producida a partir de un doble eje: el eurocentrista, por un lado, y el indígena, por el otro. Llegar a conocer el espacio de la diferencia en la región exige una revisión de ambas plataformas, buscando la interdependencia de ellas y la presencia activa y dinámica de sus componentes en la configuración de la identidad latinoamericana.

jueves, 9 de agosto de 2007

Bienvenidos

Este blog tratara diversos temas relacionados con la identidad y la literatura.

Ojalá podamos aprovecharlo.

Martín.